lunes, 31 de octubre de 2011

Cuidamos el aula, el colegio… y lo demás

Es habitual observar, al entrar al aula la primera vez, que algunas mesas y sillas están dañadas. Incluso los cantos del tablero de las mesas ofrecen las huellas de lápices y bolígrafos. Y, esperemos, que se haya salvado la mayoría del resto del mobiliario y material escolar.

Nuestra opinión: Que cada alumno compruebe el estado de conservación de su mesa y silla, y manifieste si está bien o mal. Tú, maestro novel, podrías ir por sus mesas comprobándolo.

Si hay desperfectos, en todas o algunas, manifestarás que, evidentemente, no han sido ellos, tus recién llegados alumnos, los causantes. Y solicitarás de todos ellos, con una simple pregunta de (por ejemplo) “¿bien o mal?”, que manifiesten en voz alta, todos juntos, lo que les parece el deterioro observado y producido por otros alumnos. La respuesta colectiva no es difícil de adivinar.

Repetido esto varias veces en diversas circunstancias, dentro y fuera del aula, casi habrás conseguido que su comportamiento, para todo el curso y más allá, asuma el respeto y cuidado del aula, colegio, material escolar, etc.

No se trata de acusar, individual o colectivamente, a profesores y alumnos que hayan utilizado nuestra aula en cursos anteriores. Ni procedería ni sería comprobable.

Tampoco se trata de que tus alumnos, niños de unos seis años, que van a ir adquiriendo experiencias, hábitos, comportamientos, etc. algo singulares y diferenciadores de lo habitual se pudieran ir creyendo superiores y mejores que otros. O de que ellos, en este caso concreto, no estropean el mobiliario escolar mientras que otros sí.

¿Cómo evitamos esa fácil tendencia que podría desembocar poco a poco en encontrarnos con alumnos, a pesar de su corta edad, algo soberbios y vanidosos?

Con tono de voz relajado, despacio, etc. les indicarás que, con toda seguridad, los niños que dañaron mesas, sillas, etc. no tuvieron ocasión de asumir y comprender que era mejor conservarlas en el mejor estado para que otros niños (quizás familiares o amigos) las utilizaran debidamente.

Y que ello conlleva algo de tristeza por lo que supone de no ir creciendo como personas responsables. Y que si, como ellos (tus alumnos) otros niños hubieran conocido y asumido lo conveniente y satisfactorio que es respetar y cuidar el mobiliario escolar, etc. lo hubieran hecho sin duda.

Ya sabes, maestro novel…, agudiza el ingenio para que tus alumnos no se crean de una casta superior a los demás.

Se trata de que ellos vayan asumiendo lo que deben hacer en el colegio y en la vida y, comprendiendo en lo posible, el por qué no lo hacen otros.

Saludos.

viernes, 21 de octubre de 2011

Higiene, sin pasarse

Sería conveniente que personal sanitario autorizado llevase a cabo durante el curso varias comprobaciones de la limpieza corporal de los alumnos.

De no ser así, sigue leyendo.

Lo que se indica a continuación podría ser conocido y autorizado, previamente, por el director del colegio.

Una vez de vuelta al aula, después de habernos familiarizado con el patio de recreo y circunstancias, cogerás un lápiz de tu mesa y lo colocarás sobre ella; invitarás, casi sin hablar y de forma muy relajada, a todos tus alumnos a hacer lo mismo con sus lápices en sus mesas.

Establecerás un coloquio sobre la conveniencia de estar limpios y mantener limpios el mobiliario e instalaciones del colegio. Eso sí, sin llegar a caer en comportamientos obsesivos. Puedes referir algún caso real, o ficticio, dramatizando algo la exposición.

Tú, ante ellos y con el lápiz en tu mesa, llamarás a uno de tus alumnos (no ha dado tiempo de elegir a un representante o delegado de curso; todo llegará) para que inspeccione tu cabeza, separando los pelos con tu lápiz, y compruebe y manifieste que está limpia. Si estás calvo la cosa se simplifica.

También comprobará y manifestará dicho alumno la limpieza de tus orejas, manos, uñas, ropa y calzado.

A continuación, tú, maestro novel de un primero de primaria de un colegio público, inspeccionarás (a cada uno con su lápiz) a todos tus alumnos (cabeza, orejas, etc.) que seguirán sentados con las manos extendidas sobre la mesa. Si algún alumno no tuviera lápiz, o similar, le facilitarás uno que nadie haya utilizado.

Para evitar interpretaciones erróneas o juicios prematuros les indicarás que cualquier persona, en el peor de los casos, se  podría haber contagiado con visitantes no gratos en su cuerpo o ropa no por culpa suya o de su familia sino por causas ajenas.

De todas formas, si algún alumno hubiera llegado poco aseado este primer día de clase evitarás recriminárselo ante los demás. Aunque un disimulado gesto o mirada advertirá al susodicho de que la higiene puede mejorar. También puedes indicárselo durante el recreo, de forma discreta.

Durante el tiempo de tutoría con los padres tendrás ocasión, si fuera preciso, de recabar de la familia mayor atención a la higiene del niño.

En casos extremos, no te descubrimos nada, sí tendrás que comunicarlo al director y a la familia.

Sí alabarás, incluso con aplausos compartidos, lo aseados que han llegado al colegio. Que se te note sinceridad, naturalidad, entusiasmo, algo de orgullo…y, todo, dentro de un ambiente más bien relajado.

Les advertirás la conveniencia de repetir estas inspecciones higiénicas de vez en cuando sin aviso previo. Lo asumirán. Y sus familias, también.

Creemos que hay otras cosillas a tener en cuenta el primer día de clase. Sí, el primer día. Las veremos, si ha lugar, en próxima ocasión.

Saludos

domingo, 16 de octubre de 2011

Conocemos el colegio

No te sorprenda, maestro novel de primero de primaria…, que en este primer día de conocer a tus alumnos no sientas hacia ellos la menor simpatía. No te asustes ya que es mejor así. Verás.

Sabes que están allí para que los lleves, durante el curso, a niveles superiores de conocimientos, actitudes, valores, etc. y que te verás obligado, a diario, a mantenerte en esa positiva y estimulante tensión que a tus alumnos los proyectará hacia delante como personas y a ti te completará como docente…y también como persona.

Vamos, que estás allí para dejarte exprimir como un cítrico por seres insaciables. No es un juego de niños aunque lo ideal es que casi lo fuera desde el principio.

No es tarea para docentes incapaces o no comprometidos.

La simpatía y el afecto por tus alumnos, y de ellos hacia ti, irá surgiendo en muy poco tiempo. Ya lo verás.

Hoy tocaba salir del aula al poco tiempo de haber entrado en ella el primer día.

Formada la fila otra vez, por hilera de mesas mientras no se establezca otra forma, los acompañarás, relajada y calladamente, para indicarles la ubicación de los aseos y el uso correcto que deben hacer de sus instalaciones, la secretaría, el despacho del director, la sala de profesores, escaleras a utilizar, espacios a los que no deben acceder…y llegamos al patio de recreo.

Por el patio irán a tu alrededor. Les indicarás, y recorreréis, los límites del patio de recreo que utilizarán y disfrutarán todos los días.

Les advertirás, sobre el terreno, de los posibles riesgos que tú ya comprobaste el primer día que llegaste al colegio: anclajes de las porterías de deportes, aristas cortantes, clavos, óxidos, huecos en las vallas, etc.

Comprenderán y asumirán, tus sencillos argumentos y forma de expresarte lo conseguirán, estas normas que facilitarán la convivencia y el bienestar de todos:

Necesitarán permiso para poder abandonar el patio de recreo asignado, no manipularán la puerta del colegio por el peligro de aplastar la mano de otro niño (o de sí mismo), no arrojarán envoltorios de bocadillos o zumos (si no lo hicieron en el aula) fuera de las papeleras, no acercarán la cara a algún hueco que comunique con el exterior o con otro patio de recreo, no se comunicarán con extraños y, menos, aceptarán cualquier tipo de cosa, no jugarán con violencia ni arrojarán objetos que puedan dañar a otros, etc.

Si todo lo anterior lo expones sin amenazas y sin autoritarismo, relajadamente, y solicitando su conformidad por el beneficio de todos, te garantizamos unos recreos la mar de satisfactorios.

Te vamos a pedir un pequeño compromiso:

Que estés en el patio (ya comentaremos de qué forma y con qué actitud) todos los días a la hora del recreo. Ya sabemos que tendrás asignado estar en el patio un día o dos a la semana…Tú decides.

Saludos.

lunes, 10 de octubre de 2011

Entramos al aula

Recuerda, maestro novel: Primero de primaria de un colegio público…A ver si esta simple y sencilla aportación, que tendrás que mejorar, completar y adaptar, pudiera serte útil.

Si al llegar los alumnos a su aula el primer día pudieras sorprenderlos, mejor. ¿Cómo?

Por ejemplo, que ya estuviera escrito en la pizarra tu nombre y apellidos así como que allí se va a jugar, tener amigos, respetar y ayudar a los demás…y a aprender.

Es posible que algunos lo sepan leer. Pero no perdamos de vista la fila.

Indícales, con un tono de voz natural, pausado y relajado, que entren en el aula y se acomoden; bien libremente bien donde tú les indiques. Ya habrá tiempo para asignar a cada alumno su asiento en función de diversas circunstancias.

Ya están sentados, junto a sus mochilas, mirando a la pizarra…y mirándote a ti, “profe” y tutor. Estaría bien que pasaras entre las mesas y rozaras con la mano, levemente, la cabeza de cada uno. Mirándolos a la cara y casi sin hablar.

Te toca leer, no olvides lo del tono de voz, lo previamente escrito en la pizarra. También estaría bien, quizás mejor, que invitaras a los que supieran leer para que lo hicieran ellos.

Tendrás que explicitar para lo que se va al colegio. Si ellos participan, tono tranquilo y relajado, con intervenciones, mucho mejor.

Desde este primer día, y hasta final de curso, deben tener claro y asumir, que las calificaciones no son el objetivo de ir al colegio; lo entienda su familia, o no. Ya habrá ocasión de aclararlo y comprobar el enorme beneficio que aporta al aprendizaje y a la casi ausencia de ansiedad, sobre todo cada trimestre.

Si, además, tuvieras un poquito de habilidad para algún sencillo juego malabar, de equilibrio, etc. te garantizamos una admiración inicial favorable de tus alumnos.

También te serviría un pequeño truco, juego, interpretación musical con algún sencillo instrumento, canción, etc.

Y, eso sí, casi sin hablar y de forma muy relajada.

En estos  minutos iniciales de la primera clase podrías invitarlos a que cada uno diga, de pie frente a sus compañeros, su nombre y apellidos. Si alguno se resistiera: respeto, sin reproches ni insistencia.

Algo de dramatización, casi sin que se note, en todo lo que hemos indicado, ayudaría a cautivar a tus alumnos (criaturas de unos seis años, no hay que olvidarlo).

Ahora toca salir del aula. ¿Tan pronto, para qué? Lo veremos, si ha lugar, en próxima ocasión.

Saludos.